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La resistencia al cambio

Somos unos cabezones, esa es la realidad. Nos posicionamos firmemente en nuestro modo de pensar y de ser, nos defendemos intensamente antes de admitir que estábamos equivocados. El que pretende cambiarnos se topa con resistencias de todo tipo. Si alguien nos llega a hacer reflexionar poco, quizás limemos nuestras opiniones, variemos superficialmente nuestro modo de obrar. Los cambios profundos son otro cantar. Pero, ¿por qué?, si lo más útil es cambiar para adaptarse a las circunstancias, ¿por qué no lo hacemos?Ya toqué este tema de refilón en la entrada ¿Por qué somos como somos?, hoy concretaré un poquito. Cuando nacemos, nuestros cuidadores y nuestro contexto social nos moldean, por así decirlo. Mi objetivo como ser vivo es sobrevivir a mi entorno, incluso a mi familia. Para ello, comienzo a interiorizar una serie de modelos operativos, de esquemas mentales que servirán como guía para afrontar las situaciones futuras. Es decir, por nacer donde nací aprendí que las cosas se resuelven así y no de otro modo.Es sobre todo la familia el mayor foco de transmisión de esquemas mentales, no obstante, el contexto social y cultural del momento juega también un papel  que hay que tener en cuenta. La personalidad se va creando gracias a la transmisión de modelos y esquemas mentales familiares. Pero no es como una herencia, no significa que si mi padre es así yo seré así, también la mente construye sus propios esquemas a partir de la relación que ha establecido con su entorno. Digamos que nuestro modo de ser es una mezcla entre lo que nos transmiten y lo que la mente hace para digerir lo transmitido.

Cuando pasa el tiempo los esquemas se van grabando a fuego: mi idea sobre mí mismo y sobre mi relación con el mundo se consolida y se rigidifica. Vamos creciendo y nuestra cabeza sabe que gracias a que somos como somos hemos sobrevivido a este mundo, por lo que parece obvio cuidar por todos los medios ese método de supervivencia para que nada nos dañe. Además, desarrollamos mecanismos de defensa psicológicos, lo que significa que cada vez que algo amenace nuestro esquema la mente se rebelará y desplegará sus armas. Cada uno tiene las suyas, dependiendo, insisto una vez más, de quién le haya criado y de qué modo. Uno te puede dar un puñetazo en la boca si le quitas la razón, otro puede hacer uso de su elocuencia más cansina para no moverse de su postura, otro se inhibe y te da la razón como a los tontos, etc.

Como ya se intuye por lo dicho, nuestros modelos operativos internos buscan siempre reforzarse, luchan por la autoperpetuación. Y esto es así porque la mente no conoce otro modo modo de ser, nadie se lo enseñó. Cambiar es como negar que soy lo que soy. Y si no soy así, si lo que hago no sirve, ¿entonces qué? Cuando algo me empuja a cambiar saltan las alarmas porque siento que me quedo sin armas para explicarme el mundo. Cada vez que algo choca con mi esquema siento una especie de inquietud interior, algo incómodo, una especie de rechazo hacia aquello que está cuestionando mi opinión o mi forma de ser. A esa sensación molesta se la denomina disonancia cognitiva. La disonancia cognitiva es la señal de alarma que nos dice «defiéndete, tu integridad está en juego». En la orquesta que nos ayuda a dirigir nuestra vida hay instrumentos que desafinan, un desafine molesto e irritante. El director detiene la música y reprende a esos músicos cuyas notas musicales quedan totalmente fuera de lugar en la sinfonía que toca el resto de la orquesta.Inconscientemente solemos creer que nuestra forma de ser es la única que nos podría servir, sin ella nos quedamos vacíos. Sin embargo, esto es solamente un pensamiento polarizado y radical que precisamente forma parte de nuestros mecanismos de defensa mentales, los responsables de la resistencia al cambio. Además, a esos pensamientos les acompaña un sentimiento: el miedo a la incertidumbre, a que todo se desmorone, el miedo al vacío. El miedo, otra defensa.

Contra todo esto debemos luchar para poder cambiar, o mejor dicho, para poder modificar aquello que no es útil en determinadas circunstancias. Porque no hay que cambiarlo todo por norma, no nos equivoquemos. No hace falta cambiar nuestra esencia. Estamos repletos de recursos personales que debemos seguir cuidando y conservando. Pero los contextos cambian, la vida evoluciona a mi alrededor y lo más sano es ir modificando el modo de ver las cosas y el modo de actuar para adaptarse a cada momento vital. Si permitimos que nuestros esquemas se hagan cada vez más rígidos perderemos capacidad de adaptación, dejaremos de evolucionar psicológicamente y, lo más importante, sufriremos más. Uno lo pasa muy mal cuando tiene que estar todo el día defendiéndose de un entorno que le está diciendo por activa y por pasiva que va por mal camino. Lo que nos sirvió cuando éramos pequeños, adolescentes o hace tres años puede que hoy necesite una seria revisión.

La salud mental depende de la capacidad de una persona para evolucionar y adaptarse a sus circunstancias. Permanecer anclados rígidamente en modelos y esquemas primigenios sólo servirá para acumular angustia. No hay que resetearse, no es eso. La idea es, y no me cansaré de insistir en ello, elaborar nuestra historia y aprender de la experiencia.

2 Comments

  1. Maria dice:

    Da gusto encontrarse con blogs como este, por favor, no dejes de escribir 🙂

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