El límite entre lo normal y lo patológico

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El límite entre lo normal y lo patológico

Los seres humanos tenemos siempre la necesidad de poner nombres a todo con la esperanza de entender mejor aquello que observamos. En psicología pasa igual, los profesionales nos comunicamos, nos coordinamos, investigamos y sacamos conclusiones sobre aspectos relativos a la mente y a la conducta humana. Para facilitar todas estas tareas necesitamos categorizar nuestro objeto de estudio, es por ello que diagnosticamos, o lo que es lo mismo, etiquetamos a las personas, marcando un límite, aparentemente claro, entre lo que es normal y lo que es patológico. Patológico, qué palabra más fea, por cierto.

Pero, ¿cómo se siente alguien cuando se le llama depresivo, psicótico, narcisista, histriónico, neurótico, límite, etc? Lo que a los profesionales nos puede ayudar a las personas que tratamos parece que no tanto. He encontrado varias personas que habían interiorizado su propia etiqueta, y habían establecido su identidad alrededor. «Soy depresivo, me lo dijo un psiquiatra cuando era adolescente». Frases como ésta conducen generalmente a cumplir la profecía, es decir, a terminar comportándose como alguien deprimido. Nos identificamos con aquellos esquemas que se van sellando en nuestra mente a lo largo de la vida, los cuales usamos para manejarnos. Ejemplos como éste nos hablan de un riesgo no siempre tenido en cuenta: cuando el diagnóstico se convierte en un estigma, en un modo de identificarse, con las consecuencias que eso acarrea.

Para evitar lo ocurrido en el ejemplo anterior siempre evito emitir diagnósticos a mis pacientes. ¿Les estoy mintiendo?, ¿les oculto información? Pues no les oculto nada, os lo aseguro, simplemente les acompaño en la labor de entender lo que les ocurre y hacer algo para mejorar; para ello, no es necesario generar una etiqueta condenatoria. Solamente si me lo piden expresamente les describo, con todo el tacto que puedo, cuál es el artificio que un día un grupo de profesionales creó para nombrar lo que está ocurriendo en su caso.

Las etiquetas son necesarias y útiles, tampoco quiero radicalizar mi discurso y negar la importancia de categorizar las cosas que uno estudia. A la fuerza de la gravedad y al movimiento de traslación o rotación planetaria hubo que ponerle nombre para que físicos y astrónomos siguieran teorizando e investigando sobre estos temas. La etiqueta psiquiátrica o psicológica también es muy útil para que los profesionales nos entendamos y no nos volvamos locos cuando nos coordinamos o compartimos nuestros conocimientos. Sin embargo, debemos ser cautos, para no emponzoñar más, para no cargar al que viene a buscar ayuda con mochilas de las que luego no es tan fácil desprenderse. Para más información o ejemplos a este respecto, podeis echarle un ojo a la entrada El estigma del niño hiperactivo, donde describo, en el caso de los niños, el daño que puede hacer un diagnóstico no sólo en el depositario sino en todo su núcleo familiar.

¿Donde está el límite?, ¿cuándo esto es patológico y aquello es normal?  Resulta que cada cierto tiempo los sistemas de clasificación de trastornos o patologías mentales se revisan, por lo tanto, los criterios diagnósticos van cambiando a lo largo de los años. Lo que hace unos años era normal ahora puede ser patológico o viceversa. Yo, como psicólogo, no tengo más remedio que fiarme de estas «comisiones de sabios» donde se decide qué criterios son los que debo manejar en mi profesión. Pero una persona que no se dedique a esto podría plantearse con toda legitimidad la siguiente pregunta: ¿son estos señores, con sus opiniones cambiantes, los que deben decidir si yo tengo o no tengo una patología?

Como veis, animo explícitamente a rebelarse contra las etiquetas diagnósticas, aún sabiendo que algunos colegas psicólogos y, con toda seguridad, muchos psiquiatras se me podrían echar encima. Estoy convencido de que para que una persona se sienta plenamente responsable de su propio cambio, es necesario que quede libre de estigmas que, en muchos casos, frenan su evolución. Lo saludable es que el límite de lo que es patológico lo ponga uno mismo. Cómo expliqué con algo más de detalle en la entrada ¿Por qué somos como somos?, es cada persona, a través del autoconocimento, la única que sabe cuándo lo que le ocurre le daña o le ayuda.

Todos nuestros rasgos de personalidad y, si se quiere, nuestros síntomas, se mueven en un continuum. No existe límite ni línea divisoria. Además, todo lo que nos daña en unos contextos nos puede servir en otros. Las etiquetas diagnósticas solamente describen mi estado del momento y no dejan de ser un artificio que consiste en enumerar una serie de síntomas y su intensidad, para hacerlos cuadrar con unos baremos que, por otro lado, van cambiando con los años.

9 Comments

  1. Alicia dice:

    Nosotros creamos la realidad.

    La vida es un misterio y no tiene explicación, cuando intentamos explicar, etiquetar…

    Ahora todos estamos deprimidos, ansiosos, ayer éramos unos muertos de hambre, hoy demasiado aburridos… Hasta que no dejen de existir, los médicos, los psicólogos, los terapeutas, mientras creamos que este mundo está enfermo, seguiremos intentando curar… ¿pero el qué? porque como dices, somos como somos y sólo nosotros tenemos las respuestas en nuestro interior.

    Gracias

    • Diego Sango dice:

      Hay gente que sufre mucho, por la actitud hacia sí mismo o hacia afuera lo pasa muy mal. Hay gente que necesita trabajarse lo que le ocurre, es incluso una necesidad, de hecho, todos deberíamos lanzarnos a esa tarea casi como deporte. Esto podría interpretarse como «curarse», sin embargo, como dices, yo tampoco lo diría así porque es un modo demasiado general y absoluto de hablar de lo que le ocurre a una persona, como si las cosas fueran blancas o negras. Sin embargo, lo que sí resulta absolutamente importante en estos casos es «mejorarse», modificar lo que no sirve para el objetivo de estar animado y en armonía con uno mismo.

      Gracias por tu comentario, Alicia

  2. Ludmila dice:

    Estoy de acuerdo. Creo además que legamos demasiado de la responsabilidad personal en profesionales. Quiero decir que, mientras que me parece tan bien como necesario que haya especialistas, lo que no me parece bien es que se nos haya creado y nos hayamos creado una dependencia absoluta de los mismos, de tal forma que cuando necesitamos cubrir una necesidad (la que sea) sentimos que, o nos viene la solución de fuera, o no la tendremos. Quizá en parte, o en gran parte, por razón de que las personas que gobiernan se alimenta este régimen o sistema de necesidad creada, las personas nos hemos vueltos no sólo menos autosuficientes sino más ignorantes y vulnerables. A lo hora de recibir una satisfacción a un problema en general nos conformamos e incluso nos alegramos de las pastillas que se nos da a pesar de sus efectos negativos y con curación superficial, porque no sabemos ver otro tipo de soluciones.
    Saber contar con la ayuda de otros (médicos, psiquiatras, maestros, políticos,…) no debería significar para nosotros la entera entrega de nuestra capacidad para investigar y decidir cómo solucionar nuestros problemas. Aunque, claro está, las condiciones de horarios, económicas, físicas y psicológicas (etc) que nos pone el sistema muchas veces no colaboran. Sin embargo, como dice aquél, el conocimiento de la verdad es el primer paso para el cambio. Ser conscientes de nuestro papel individual en el bienestar de nuestra persona es la entrada para una nueva forma de actuar.
    Mientras tanto, y también hacia el futuro, resulta fundamental que se hagan revoluciones en los grupos de sabios para transformar las estructuras de vida y economía que nos subyugan a la población en general a asumir lo que se nos da sin rechistar y sin posibilidad casi de usar otras alternativas. Así que muchas gracias, Diego y a todos los que trabajáis en ello.

    • Diego Sango dice:

      Efectivamente, el mejor profesional es aquel que logra vincular a la persona con su propio proceso de cambio a través de la responsabilidad sobre el mismo. Es cada uno el que debe responsabilizarse de su mejora y crecimiento. Los profesionales solo somos facilitadores. Mal hacemos si alguen termina dependiendo de nosotros para solucionar sus cosas.

  3. Anonymous dice:

    Pero hombre, habrá que tomar partido por algo. Si esos diagnósticos son cambiantes y además no pueden demostrarse científicamente, vuelvan por favor al psicoanálisis. Es preferible.

  4. Anonymous dice:

    Cuanta ignorancia, los psicólogos solo intentamos que el paciente se haga consciente de lo inconsciente y sólo damos alternativas.. en los pacientes esta si quieren tomarlas o seguir por su mismo aprendizaje ellos deciden vivirlo con amor o con dolor!!!

    • Realmente no entiendo tu razonamiento. Primero, los psiquiatras que diagnostican desde hace muchísimos años son de corte psicodinámico, sobre todo los que ahora tienen más edad. Es decir, un giro hacia el psicoanálisis, enfoque fundamental para la psicología antes y ahora, dicho sea de paso, no resolvería el problema de las etiquetas diagnósitcas. Lo que yo creo que hace falta es una revisión en profundidad de la utilidad y el manejo de los diagnósticos, sobre todo en lo relativo a lo que se transmite el paciente. Porque el psicodiagnóstico es valioso y util para los profesionales pero no lo es tanto para los pacientes.

  5. Arturo dice:

    Cada día se me hacen mas cortos los articulos que escribes jajajaja me encantan. Consulto tu weblog siempre y cuando tengo tiempo y le tengo agregado a favoritos.Te tiene que llevar mucho esfuerzo el hacer un trabajo tan impresionante. Es un detalle que compendies informacion y estudies para poder compartir unos articulos tan frescos con nosotros. Mil gracias.

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