Reacción psicológica tras la pérdida: el proceso de duelo

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Reacción psicológica tras la pérdida: el proceso de duelo

El proceso de duelo es aquella reacción que se produce inmediatamente después o un tiempo después de una pérdida, sea esta de la naturaleza que sea: perder una relación de pareja, un ser querido, un trabajo, una posición social, etc. Ante estas situaciones el cerebro luchará siempre por la homeostasis, estado donde una persona siempre se siente más segura, lo que se pierde cuando aquello que nos daba seguridad desaparece de un plumazo. Si desaparece algo o alguien que de algún modo ha resultado significativo en nuestra vida el cerebro se resistirá con uñas y dientes a esa pérdida, emitiendo sintomatología propia del duelo, un conjunto de reacciones que nos acompañarán meses e incluso años y que debemos considerar normales, siempre y cuando su intensidad vaya desapareciendo y nuestra vida vaya poco a poco estando libre de los condicionantes de la pérdida.
 
Según avanza el tiempo vamos vinculándonos a toda una serie de personas y “modos de estar” en el contexto vital que nos rodea. El ser humano estructura toda su realidad en función del ambiente donde crece y se desarrolla, lo que significa que si alguien o algo que pertenece a dicho ambiente y que nos ayudaba a seguir adelante se extingue, lo normal es que se genere un “golpe” a nuestro sistema, el cual se desajustará durante un tiempo hasta que consiga readaptarse a la nueva realidad tras la pérdida.
 
Existe un proceso de duelo que es normal y común a todo el mundo, lo esperable y de hecho lo que pasa siempre es que la persona que sufre la pérdida reaccione con ansiedad, tristeza, escepticismo, rabia, con pensamientos negativos o catastrofistas, sensación de impotencia o injusticia, etc. No son ni más ni menos que los síntomas que se emiten al comprobar con perplejidad que se marcha aquello que provocaba seguridad y bienestar.
 
Cuando perdemos a alguien vamos a pasarlo mal, eso no debería extrañarnos y además deberíamos hacernos a la idea de que tiene que ser así, es absolutamente necesario que permitamos a nuestra mente expresarse, depurarse y desahogarse, ya que ese es el primer y necesario paso para readaptarse a la nueva situación. Ante la pérdida digamos que iremos pasando por varias fases, superadas las cuales llegaremos a elaborar totalmente el duelo, colocando cada cosa en su lugar para seguir adelante, para continuar viviendo sin aquello que se fue.
 
Hay que considerar que un proceso de duelo NORMAL puede durar más o menos dos años, que es la referencia a la que suelen acudir gran parte de los profesionales al evaluar estos procesos, no se considera patológico tener sintomatología al respecto durante este espacio temporal. Pero ¿qué pasa si trascurre el tiempo y no puedo pasar página? Si no consigo sentirme igual o mejor que antes de la pérdida; sigo deprimido, sigo llorando, no soy capaz de vivir sin que aparezca la persona que se fue en cada cosa que hago. Hay personas que no pueden volver a comenzar otras relaciones, o que no se permiten pasarlo bien, o que hay cosas que no quieren hacer porque antes las hacían con quien ya no está. Hay veces que te envuelve una irascibilidad que antes no existía, un estado de ánimo cambiante y amargo… Si esto pasa, es decir, si una persona no ha sido capaz de seguir viviendo sin verse condicionada emocionalmente por el suceso que provocó el duelo, entonces ese duelo normal por el que todos pasamos no ha sido elaborado adecuadamente; se ha convertido en lo que técnicamente se suele llamar “duelo patológico” o “duelo complicado”. Por alguna razón hubo un estancamiento que obstaculizó la adaptación tras la pérdida.
 
Hay ciertas circunstancias que predisponen al duelo complicado. Por ejemplo, es un factor importante el tipo de relación que se tenía con la persona que se marchó, si se dependía excesivamente de ella para organizar la vida o para regular el estado de ánimo. Otro ejemplo es el de las relaciones ambivalentes o conflictivas con la persona, la persona que se queda puede vivir un sentimiento de culpa o una sensación de tener cuentas pendientes que no se llegaron a saldar, que se quedaron enganchadas en los últimos conflictos antes del fallecimiento. Después está lo que tiene que ver con la naturaleza del suceso que provocó pérdida, lo inesperado o impactante del mismo (atentados terroristas, graves accidentes de tráfico, guerras…). Estos son solamente algunos ejemplos, pero hay un abanico importante de situaciones que pueden favorecer la complicación del duelo.
 
Todo es normal hasta que se cronifica, lo patológico no es sentirse mal o desesperado o estancado, lo patológico es que las reacciones psicológicas tras la pérdida no desaparezcan ni siquiera años después. Permitámonos toda afección emocional o psicológica tras la desaparición de un ser querido, no frenemos una reacción que es normal, de hecho el reprimirse en estos momentos puede conducirnos precisamente a que las emociones reprimidas queden latentes y aparezcan después en una versión más virulenta y desajustada.
 
Resumiendo, “hay que pasarlo”, como se dice popularmente, hay que vivir un proceso donde vamos superando niveles. Eso es lo normal y lo saludable. A continuación, voy a describir cuales son las fases o tareas del duelo (como las llama W. Worden, autor en el que suelo basarme cuando trabajo este tema con mis pacientes) que las personas atraviesan inevitablemente después de una pérdida:
 
1.                  Aceptar la realidad de la pérdida:
 
Tiene que ver con negar la pérdida, actuar como si la pérdida no fuera definitiva. Por supuesto es normal al principio, se piensa “no me lo creo”, “no puede ser”, “parece que no se ha ido, es como si no hubiera pasado”… También entra dentro de esta fase el hecho de negar el significado de la pérdida, lo que se traduce en actuar como si no hubiera pasado, restarle importancia.
 
Son todo reacciones de “negación”, que es uno de los mecanismos de defensa que tenemos los seres humanos para protegernos ante lo que nos ocurre y resulta difícil de aceptar. Este escudo pretende ayudar a amortiguar o a dosificar los sentimientos derivados del suceso, sin embargo para que todo vuelva a su cauce lo que debería pasar es que la pérdida se termine asumiendo como real e irreversible para poder continuar con la “digestión” de las emociones que se han desencadenado.
 
2.                  Elaborar las emociones y el dolor de la pérdida:
 
Como ya he indicado antes, prácticamente toda reacción emocional resulta no solo normal sino saludable, por extraña o exagerada que nos parezca. Además esas reacciones durarán un tiempo, probablemente más tiempo del que nos gustaría, es normal y necesario, sólo hay que preocuparse si con el tiempo esas emociones no van mitigándose, si noto un estancamiento, una sensación de no estar en paz con mis sentimientos, que vuelven una y otra vez afectando a mi estado de ánimo o a mi nivel de ansiedad.
 
Por otro lado, a veces las emociones y el dolor de la pérdida se “disocian”, lo que significa que se convierten (aparentemente) en otra cosa. Por ejemplo, resulta que me siento triste, rabioso o irascible con situaciones que antes no me afectaban y que nada tienen que ver con la pérdida, no logro encontrar la relación pero sé que “antes esto no me pasaba”, sólo sé que me pasa desde que sufrí la pérdida. Nuestro cerebro ha canalizado los sentimientos derivados del fallecimiento y, ante el fracaso de poderlos expresar adecuadamente, los ha transformado para poder liberarlos. Si la persona se trabaja adecuadamente esta tarea de duelo las emociones que aparentemente no guardaban relación con el mismo desaparecerán o, mejor dicho, serán adecuadamente canalizadas.
 
3.                  Adaptarse a un medio sin la persona que se fue:
 
Podemos depender excesivamente de otras personas para llevar a cabo un estilo de vida plenamente gratificante. De este modo, sin la persona que se fue no somos en principio capaces de obtener la satisfacción que conseguíamos antes, nuestro medio queda cojo, casi vacío, no hallamos otro escenario vital. De hecho, nos parece que la vida no va a volver a ser nunca tan armoniosa y feliz, toda nuestra actividad la desarrollábamos junto a esa persona y sin ella ya no sabemos qué hacer. Es una sensación de quedar desarmado, desangelado y es absolutamente legítima, al fin y al cabo ¿cómo nos vamos a sentir si no? Esta tercera tarea del duelo no está fuera de los límites de lo esperable hasta que esa adaptación al medio nunca llega, a pesar del paso de los años.
 
4.                  Recolocar emocionalmente a la persona que se fue y seguir viviendo:
 
Esta tarea hace referencia al hecho de estar en paz con lo que sentimos tras la pérdida, que no haya nada que quede encalladado, atascado, nada que sintamos que impida avanzar.
La no elaboración de esta tarea puede empujar a sentir que si seguimos adelante acabamos con lo poco que queda de esa persona, traicionamos su recuerdo, olvidamos. Lo adecuado y saludable consistiría en colocar cada cosa en su sitio, admitir que la vida no puede ser exactamente igual que antes y tratar de conciliar las emociones ante la idea de que todo debe seguir su curso y de que el esfuerzo ahora debe dirigirse no a mantener lo que ya no está, sino a construir algo que acaba de comenzar; además eso no significa que olvidamos, el recuerdo siempre perdura. Tratar de convencerse, y esto dura un tiempo, de que si no nos anclamos en el suceso podremos salir sobradamente fortalecidos. Si superamos esto superaremos casi todo en un futuro.
 
Estas son, según Worden,  las cuatro tareas que todos y cada uno de nosotros debemos elaborar ante el desajuste provocado por el acontecimiento que supone una pérdida, sobre todo cuando ésta es importante en lo real o en lo simbólico. Todo lo que se marcha deja un vacío que debe ser resuelto, y este es quizá el matiz principal. En ocasiones tratamos de sustituir lo que se fue por algo nuevo para que ocupe el hueco directamente,  confiando ciegamente en la errónea pero popular expresión “un clavo saca a otro clavo”. Otras veces hacemos como si no hubiera pasado, tratamos de seguir nuestra vida negando la oquedad que inevitablemente existe. También sentimos que no podremos vivir con ese vacío, que no seremos capaces de adaptarnos a un medio donde ya no existe aquello que se fue; o quizás nos de por negar lo que sentimos o por desviar esos sentimientos y convertirlos en otra cosa. Por otro lado y como siempre digo, todo afecta más cuando se arrastra una historia previa que no ha terminado aún de ser elaborada (rupturas o pérdidas anteriores, modelos de crianza inadecuados en la infancia, situaciones de maltrato, negligencia o abandono pasadas…). El duelo es el gran activador de cuentas que en el pasado no se saldaron y muchas veces es necesario remontarse hasta allí para entender por qué una pérdida nos afecta tanto hoy.

Una fórmula que recomiendo seguir es tomar las reacciones que uno tiene como naturales y propias de un proceso que hay que vivir, que hay que pasar; no hay más remedio ya que el cerebro debe adaptarse a una realidad que cambió abruptamente y eso siempre genera un proceso de transición que es largo, dura meses y a veces años. Normalizar reacciones y sentimientos asociados a la pérdida puede servir al menos para ayudar a entender que durante un tiempo lo lógico es sentirme afectado, triste, enfadado, rabioso; tratar de negar la realidad de la pérdida o magnificar las consecuencias que tendrá en mi vida. Todo eso es normal, solamente hay que observarse y comprobar si hoy estoy algo mejor que hace un tiempo y aprender a detectar si hay aspectos que no supero, en los que me estanco. Solamente entonces he de preguntarme si no debería consultar a un profesional para que me eche una mano en mis tareas pendientes con el duelo.

8 Comments

  1. Noemí dice:

    Como siempre, una manera clara y sencilla de exponer un tema que puede llegar a hacerse muy complicado.
    Supongo que a lo largo de la vida perdemos la cuenta de los duelos que hemos de afrontar. Tampoco a veces nos reconocemos el «mérito» de haberlo hecho muy, muy bien y cuando llega algo que nos resulta más complejo, no nos damos el permiso de vivirlo quizás de otra manera. Bajo mi punto de vista esa es la clave: démonos el permiso de sentir dolor, rabia, tristeza…
    Me ha encantado cómo has nombrado algo: «…duelo gran activador de cuentas del pasado». A esto le puso palabras alguien que acudió en busca de ayuda profesional diciendo: «Cada vez me duelen más las rupturas, no me hacen más fuerte…».
    Así que yo me quedo con esto: tenemos permiso para sufrir una pérdida y debemos colocarla de la mejor manera posible.
    ¡¡Gracias por compartirlo Diego!!

    • Diego Sango dice:

      Muchas gracias por tus comentarios y por el poso positivo que pones siempre en ellos.
      Una biografía es acompañada por pequeños y frecuentes procesos de duelo y por otros puntuales y más difíciles de digerir. Parece importante aprender a ventilar todas las emociones derivadas y a estar atentos por si alguno queda encallado.
      Besos.

  2. Manolín dice:

    He de decir que me agrada que hables de callos, yo los suelo hacer con bechamel y jamoncito frito, quedan de miedo. En cuanto a los duelos, todavía no he vivido ninguno con pistolas frente a frente, tiene que ser curioso enfrentarte a tu último duelo, el de separarte de tu cuerpo, desapegarte de él, dejarte caer por fin a la eterna evidencia, que no podremos ver hasta que llegue el momento. Tenemos tanto miedo a desaparecer y a perder cosas, seres y emociones, que tenemos que pasar todos esos duelos a lo largo de la vida. ¿Por qué estamos aquí y no es al contrario? o ¿por qué hay algo en lugar de nada? como decía Leibniz.

  3. Ana dice:

    Tengo una consulta?mi madre falleció hace una semana, y mi hermano y padre no quisieron verla en el ataúd, mi hermano n quiso ir al entierro….como puede resolver el proceso del duelo

    • Hola Ana,
      Siento la demora al contestar. La verdad es que cada proceso de duelo es especial y requiere también un abordaje también especial así que, sin conocerte ni conocer a tu familia, no puedo darte ninguna fórmula mágica que funcione en todos los casos. De todos modos, la pérdida es muy reciente, aún no se puede saber si el duelo se complicará, al principio toda reacción por espectacular que sea, debe considerarse normal. Si en un tiempo sientes que el proceso se complica no dudes en consultarme te doy mi opinión.
      Un saludo

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